Nos pretendemos libres, siendo esclavos
La depresión es la expresión de una crisis profunda de la libertad
La mente es un sistema muy eficiente para explotar la libertad y hacernos creer que decidimos.
Dice Byung Chul que ser libres significa “estar entre amigos”, que libertad y amigo tienen la misma raíz y que la libertad fundamentalmente es relacional. Uno se siente libre solo en una relación lograda, en una coexistencia satisfactoria.
¿Cómo coexistimos con el dolor? ¿Cómo nos amigamos con lo que está sucediendo?
La cura para el dolor está en el dolor. Rumi
Hoy hice un ejercicio de indagación que me invitaba a hacer un recorrido por los cuatro modos habituales en los que nuestra mente reacciona ante los momentos de dolor o situaciones de malestar. En ese recorrido fui contactando con aquellos mecanismos automáticos que buscan protegerme (y protegernos a todos), pero que a su vez nos alejan de la transformación. Desde mi mirada, estos patrones son estrategias para evitar la incomodidad, pero a largo plazo perpetúan el sufrimiento, nos limitan y nos dejan en una mirada muy acotada, muy pequeña.
Voy a aprovechar este ejercicio que hice conmigo ya desde una mirada mucho más amplia, para que puedas identificar tus propias formas, y en el post del próximo viernes te dejo un ejercicio para que profundices si así lo sientes.
Cuatro formas en las que solemos lidiar con el dolor:
1. Evasión: el espejismo de la huida
La evasión es un intento de no sentir el dolor, o de buscar una solución rápida que nos haga recuperar la sensación de control. Se manifiesta en trabajar en exceso, comer o beber compulsivamente, comprar sin medida o distraernos constantemente. Estas conductas nos permiten “salir” momentáneamente de la incomodidad, pero al evitar las emociones dolorosas, en realidad las hacemos más fuertes. Las cristalizamos cada vez más.
Desde la perspectiva transpersonal, la evasión es un intento del ego de preservar su identidad sin cuestionarla. Pero el crecimiento solo ocurre cuando nos atrevemos a sostener la experiencia interna, sin reprimirla ni buscar escapar de ella.
Es mi forma favorita, a su vez hoy con mayor conciencia me permite tomar distancia y ver mucho más amplio.
2. Culpar a los demás: la ilusión del poder
Proyectar el dolor fuera es una estrategia común. Nuestra mente nos hace creer que, si responsabilizamos a otros de nuestro sufrimiento, nos libraremos de él. Mientras señalamos con el dedo, nos sentimos momentáneamente con poder y justificación, y evitamos el contacto con nuestra propia vulnerabilidad. Sin embargo, al culpar a los demás sin mirar nuestra parte de responsabilidad, nos quedamos atrapadas en la narrativa del agravio, alimentando un fuego que, en última instancia, nos quema por dentro.
Desde una mirada más profunda, culpar es una barrera que nos impide asumir el poder real sobre nuestra vida. Al observar con honestidad, podemos ver cómo nuestras reacciones y heridas internas dan forma a nuestra experiencia. Y es allí donde radica nuestra verdadera capacidad de transformación.
¿Lo que está pasando afuera es una parte de mí expresándose?
Podes aprovechar este mecanismo para aprender más sobre vos.
3. Culparnos a nosotros mismos: la ilusión del control
Si no culpamos a otros, muchas veces dirigimos el dedo acusador hacia nosotros mismos. En lugar de atacar fuera, lo hacemos hacia adentro, creyendo que asumir la culpa total nos dará una sensación de control. Paradójicamente, la autoinculpación puede hacernos sentir “buenas personas”, como si, al castigarnos, estuviéramos redimiendo nuestros errores. Sin embargo, este mecanismo nos deja atrapadas en el pasado y nos impide actuar desde la verdadera responsabilidad.
Culparse no es lo mismo que asumir responsabilidad. La responsabilidad nos permite aprender de nuestros errores y tomar decisiones conscientes. No podemos cambiar lo que pasó, pero sí cómo nos relacionamos con eso. Desde una mirada transpersonal, soltar la culpa es fundamental para liberarnos del peso del pasado y vivir desde una mayor autenticidad.
Pero para soltarla hay que poder abrazarla fuerte, acariciarla, mirarla, sentirla y después quizás la podemos dejar ir.
4. Autocompasión: el refugio engañoso
La autocompasión mal entendida puede ser un pozo profundo y seductor. Pensamientos como “nadie me quiere, pobre de mí” nos sumergen en un estado de indefensión que nos exime de actuar. Al recrearnos en la lástima, encontramos un refugio familiar que, aunque doloroso, nos permite soltar toda responsabilidad. Sin embargo, esta postura nos lleva a la pasividad y, en muchos casos, al deterioro emocional y físico.
Desde una perspectiva más amplia, es clave diferenciar entre la autocompasión paralizante y la autocompasión consciente. La primera nos hunde en la victimización; la segunda nos invita a mirarnos con amor y comprensión, sin renunciar a nuestro poder de acción.
Es una buena estrategia, algo reconocerla nos damos cuenta que no estamos disponibles para hacernos cargo y en vez de reaccionar, podemos responder y ahí recién empezamos a explorar un acercamiento a la libertad de elegir.
La salida: sostener el dolor con presencia
Ninguna de estas estrategias nos libera realmente del sufrimiento. La única forma de trascender el dolor es dejar de huir de él. En lugar de evitar, culpar o hundirnos en la desesperanza, podemos aprender a sostener el dolor con presencia. Esto significa respirar a través de él, darle espacio en nuestro interior y observarlo sin resistencia. Cuando dejamos de temerle, el dolor pierde su dominio sobre nosotros y nos revela lo que hay detrás: nuestra verdad más profunda y una gran capacidad de transformación.
Ese cruce transformador ocurre cuando nos permitimos estar con lo que es, sin juicio ni evasión. En ese espacio de aceptación, surge la posibilidad de integrar nuestras experiencias y abrirnos a una vida más auténtica y plena.
Uno se siente libre en las relaciones de amor y amistad. No es la ausencia de vínculos, sino los vínculos mismos lo que nos liberan. Libertad es una palabra que pertenece a las relaciones por excelencia. Sin agarre no hay libertad. Byung Chul Han
-Próximo viernes 21: Ejercicio de Indagación: Observando tu Patrón de Respuesta al Dolor
-Si te interesa seguir leyendo, aquí comparto “Estrategias de afrontamiento para devolvernos a un estado de regulación”
Abrazo,
Rosi